Los ideales, la coherencia, la dignidad, la grandeza, la palabra… a
dónde han ido a parar todos estos valores? Lo que nos enseñaron nuestros
padres, abuelos, esos ancestros en que la honestidad formaba parte del ser, ¿fueron
todas mentiras?... ¿o acaso este presente es una farza?
Por estas horas no deja de asombrar la ambición desmedida de los
políticos, esos argentinos que de una u otra manera pretenden dirigir el
destino de su ciudad, provincia o la misma Nación. Parece que todo vale… han
desaparecido los límites y es moneda corriente escuchar agravios, insultos,
denuncias, mentiras…. ¡muchas mentiras! extorsiones, amenazas, muertes dudosas,
enriquecimiento desmedido de muchos de estos candidatos, carencia de justicia…
Curiosamente, no se escucha, sin embargo, sobre el programa que tienen
previsto para revertir la situación actual, donde el trabajo es escaso, las
villas miserias crecen, la desnutrición también, los jubilados cobran chauchas
y palitos, los docentes no enseñan sino que asisten a sus alumnos, la
inseguridad está a la orden del día, el propio Estado paga a los empleados en
negro, proliferan los trapitos y malabaristas en los semáforos, muchos
comercios están cerrando sus puertas… y así se podrían enumerar muchos más
ejemplos.
“Hoy resulta que es lo mismo ser
derecho que traidor, ignorante, sabio, chorro, generoso, estafador. ¡Todo es
igual, nada es mejor, lo mismo un burro que un gran profesor! No hay aplazaos
ni escalafón, los inmorales nos han igualao... Si uno vive en la impostura y
otro afana en su ambición, da lo mismo que sea cura, colchonero, rey de bastos,
caradura o polizón”.
En esta estrofa de Cambalache, el tango argentino compuesto en 1934 por
Enrique Santos Discépolo, está la síntesis de la realidad actual argentina.
Por fortuna hay excepciones, por eso, como mis ancestros, a mis nietos,
procuro inculcarle lo que me enseñaron mis mayores.